AUSCHWITZ

Introducción
Pasarán los siglos y sobre todo lo que ha supuesto el siglo XX para el avance de la humanidad se verá eclipsado por uno de los puntos más oscuros, intensos y polémicos de la historia: el holocausto nazi de judíos, gitanos y cualquier minoría étnica en Europa.
Mucho se ha escrito sobre Auschwitz. Muchas imprecisiones. En muchos libros actuales, incluso, o en páginas webs, se pueden encontrar versiones que sin ser falsas, o tener intención de desinformar, se alejan ligeramente de la realidad. En otras webs y en otros libros, sí se escribe con intención de desinformar, llegando a negar la existencia del holocausto y asegurando que es todo una mentira.
Historia de Auschwitz
El 31 de mayo de 1944 un avión de reconocimiento británico, un "mosquito" del 60º Escuadrón de Reconocimiento Fotográfico, despegó de la base aliada de Brindisi en el sur de Italia. Su misión era internarse más de mil kilómetros tras las líneas enemigas alemanas, y sobrevolar el corazón de Europa, con el fin de tomar una serie de fotografías aéreas de una factoría de combustible en Oświęcim (Auschwitz), en Polonia. Casualmente la tripulación sudafricana del aparato dejó la cámara encendida, grabando al final de la película, hecha desde 27.000 pies de altura (unos 9.000 m), las primeras imágenes que realizarían los aliados de los campos Auschwitz I y Auschwitz II-Birkenau.
Una misión posterior, el 25 de agosto de 1944, grabó unas imágenes desde una altura inferior. Estos fotogramas muestran claramente una hilera de recién llegados entrando por la puerta cercana al Crematorio nº2, con un tren junto al campo, grupos de prisionero, y las chimeneas humeando.
Todas estas imágenes, y algunas más, fueron enviadas de Italia a Gran Bretaña, para su positivado e interpretación. Desgraciadamente, el Servicio de Inteligencia Británico, haciendo deshonor a su nombre, decidió analizar únicamente las imágenes que estuviesen relacionadas con la producción sintética de combustible de la factoría de Oświęcim, dejando el resto de fotogramas sin analizar.
Todas estas fotografías aéreas no serían descubiertas hasta los años 70, sin haber sido ni siquiera impresas en papel. ¿Qué hubiese sucedido si hubiesen analizado las fotografías en su momento? Pues probablemente, nada.
Nada. Es triste decirlo, pero para los aliados no eran ninguna novedad ni los campos de concentra-ción, ni los campos de exterminio. A finales de 1942 el Gobierno Polaco en el exilio, emplazado en Londres, ya había denunciado la existencia de campos de exterminio; en julio de 1944, cinco internos fugados confirmaron que Auschwitz era el destino final de todos los judíos que se estaban moviendo de un lugar a otro en Europa.
Es evidente que los nazis, a través de las SS tienen toda la responsabilidad de lo ocurrido en los campos de concentración y de exterminio. Pero nunca se debiera de olvidar, que mientras unos asesinaban, otros miraban a otro lado: grupos sionistas denunciaban en el mundo libre lo que ocurría en los campos, mientras la Oficina Británica de Asuntos Exteriores contaba entre sus filas con gente como el oficial que declaró que "estamos desperdiciando una cantidad desproporcionada de tiempo con estos judíos llorones".
La historia del campo de Auschwitz va íntimamente ligada a la de Rudolf Hoess. Él fue su comandante desde sus inicios hasta su fin. Y fue el quien declaró detalle a detalle el desarrollo del campo en el posterior juicio de Núremberg. Rudolf Hoess murió ajusticiado en la horca en Polonia, donde fue extraditado, en 1947.
Auschwitz fue liberado el 27 de enero de 1945 por el Ejército Rojo soviético. Según el gobierno comunista, la cantidad de víctimas era superior a los 4.000.000 de personas solo en Auschwitz; esta cifra era incoherente con las investigaciones de los juicios de Núremberg. Sin embargo, la excesiva cifra de cuatro millones se convirtió en algo popula r, y en algunos libros de texto aún aparece como correcta.
Esta exageración parece deberse a la preocupación de la URSS por cubrir sus propios genocidios exagerando los de los demás.
Después de la caída del Telón de Acero, y los regímenes pro-soviéticos en Europa, se abrió la puerta de la libertad, y se pudo por fin hablar de cifras más realistas a partir de 1990. Desde entonces, se considera como más adecuada la cifra de 1.200.000 - 1.500.000, incluyendo un número mayoritario de judíos, y un conjunto heterogéneo de otras etnias como polacos, eslovacos, checos, prisioneros de guerra rusos, etc.
Auschwitz no fue en sus principios un campo para judíos. De hecho, los campos fueron creados para concentrar "elementos disidentes": opositores políticos, comunistas, periodistas, intelectuales... además de delincuentes comunes. Como dato, Auschwitz se creo casi un año antes de comenzar la tristemente famosas "Solución Final de la Cuestión Judía", es decir, el exterminio absoluto de los judíos en Europa.

En abril de 1940 Rudolf Hoess, que hasta ese momento era SS Hauptsturmführer (Capitán de la SS) fue nombrado Comandante de un nuevo campo de concentración situado en la Silesia Polaca, ocupada unos meses atrás tras invadir Polonia en una operación relámpago. La idea de los nazis era germanizar la zona. Su concepción de la Nueva Alemania consistía básicamente en "mover hacia el este" las fronteras: Alemania absorbía el oeste Polonia, que sería germanizado con las poblaciones alemanas de Hungría y Rumanía. Los polacos serían desplazados al este, y los territorios polacos que son ahora parte Ucrania y Bielorrusia, además de amplias extensiones en la Unión Soviética (invadida por Hitler), serían un territorio donde vivirían los judíos, totalmente alejados del Reich alemán.
En esta concepción de un nuevo orden geográfico europeo, Polonia quedaba (de hecho, quedó) parti-da como las piezas de un puzle. La parte occidental pasó a formar parte del Reich, como unas nuevas provincias anexionadas, y serían durante unos años tan alemanas como cualquier lander histórico. Los grupos germanos que llegaban del este de Europa para asentarse en el nuevo Reich eran ubica-dos en las viviendas de los polacos y los judíos. Los polacos eran desplazados a la nueva Polonia (bajo el Protectorado General).
Hasta este momento, se puede resumir la situación histórica de la siguiente manera: los nazis no tenían aún la pretensión de exterminar a los judíos, sino que les bastaba con tenerlos lejos. Lejos, pero bajo control: serían esclavos, que vivirían en una región remota del Reich produciendo alimentos y materias primas para los germanos del Reich "ario". Los polacos, no les irían a la zaga. Según las ideas nazis, en Europa coexistían cierto número de razas. La más pura, poderosa, y que merecía gobernar sobre las demás, era la raza aria de hombres rubios, altos, intelectualmente superiores, (nórdicos, anglosajones, escandinavos, normandos).
También serían arios los europeos morenos del sur de Europa (españoles, portugueses, italianos, griegos, franceses mediterráneos), aunque de "peor calidad" que los del norte. El siguiente grupo serían los eslavos, que en la concepción aria de Europa, serían humanos muy inferiores. Y finalmente, los judíos y otros grupos como gitanos, que serían subhumanos. Huelga decir que antropológicamente, esta distinción entre razas es sumamente absurda y carente de cualquier fundamento científico. Goebbels dejó escrito en sus diarios que los eslavos, y principalmente los polacos, tendrían una labor mayoritariamente de obreros especialistas. Así, en los colegios aprenderían aritmética básica, y no sabrían contar más allá de 500. Se les enseñaría a escribir su nombre y su dirección postal. Goebbels consideraba que no era necesario que los polacos supieran leer, dado su papel de humanos inferiores en el futuro Reich.

Así pues Auschwitz tenía un papel inicialmente al que habían cumplido Dachau y otros campos en Alemania en los años 30. Sería un campo de concentración de prisioneros políticos y elementos disidentes. Sus primeros presos fueron alemanes, presos comunes que tendrían el papel de capos, uno por cada barracón, humillando a los prisioneros polacos que inmediatamente serían internados allí.
Si hay algo que caracterizó a los nazis fue su desorganización: meses después de comenzar a movili-zar a decenas de miles de personas (judíos y polacos) de un lugar a otro, sus planes eran frenados por los reveses en el frente del este: Alemania no conseguía avanzar en su camino hacia Moscú, por lo que el espacio en el que asentarían a los judíos no existía. Los judíos estaban hacinados en los guetos de Lodz, Cracovia y Varsovia, principalmente, y esto era un problema para los gobernantes nazis de cada región: la falta de alimentos, la muerte de miles de personas al día (con el consiguiente riesgo de enfermedades para los germanos), hizo que buscasen una solución drástica a la "Cuestión Judía". En la conferencia de Wannsee, un barrio de las afueras de Berlín, se decidió con todo detalle que los judíos serían exterminados en los campos de concentración, empleando una técnica que había resultado exitosa con los deficientes mentales y físicos germanos: la gasificación con monóxido de carbono.
Para ello, comenzaron a trasladar a los judíos a los campos de exterminio. Auschwitz era el mayor de estos centros, pero no el único. Fue en este momento cuando comenzó a construirse la ampliación de Auschwitz (que solo podía alojar de 10.000 a 20.000 presos): los mismos presos de Auschwitz tuvieron que construir a marchas forzadas el nuevo campo: Auschwitz II-Birkenau.
Este campo fue diseñando por arquitectos de la SS, diseñando barracones que en principio asignaban a cada preso un tercio del espacio que en otros campos se asignaba a cada persona. El resultado no llegaba a la población potencial esperada, así que en lugar de 550 personas por barracón, subieron su capacidad a 744. La vida en estos barracones era simplemente imposible: además de su hacinamiento, los presos vivían sobre el propio suelo húmedo de lo que anteriormente había sido un terreno pantanoso. De hecho, gran número de los presos murieron en las continuas obras que se realizaban en Auschwitz y en Birkenau para crear canales que desecasen en lo posible la tierra.
La técnica de la gasificación de los presos fue iniciada en el Bloque 11 de Auschwitz, donde ya se hubiesen llevado a cabo las más terrible torturas a los prisioneros soviéticos y polacos. Allí se cerra-ron las ventanas y las puertas para asesinar a los primeros presos por asfixia. En principio, el proce-dimiento era lento, hasta que el ayudante de Hoess descubrió que más efectivo que usar los gases de los motores de un camión, era gasear a los presos con Zyklon B, un insecticida ya empleado para limpiar y desinfectar la ropa de los internos.
El uso del Zyklon B fue toda una revolución en la masificación de los asesinatos de los presos. Pron-to se construyeron cámaras de gas, y crematorios para deshacerse de los miles de cadáveres. El proceso adquirió un carácter cuasi-industrial, y totalmente deshumanizado (si quedaba algo de humano en el trato que recibían los prisioneros).
Las cenizas de los cadáveres (más de un millón) en el caso de Auschwitz se emplearon para abonar los campos de los alrededores, y se echaban masivamente en el río Vístula y en al Sola. En otros campos como en el de Treblinka se han encontrado enterramientos de restos humanos y cenizas que llegan a los 6 m de espesor.
Dentro de Auschwitz se realizaron innumerables experimentos médicos, encabezados por el Dr. Mengele. Josef Mengele era un joven médico al servicio de las SS, que ya se había curtido en el asesinato de judíos en Ucrania, cuando en 1943 fue destinado a Auschwitz. Este hombre hizo del campo de exterminio su particular laboratorio, y las atrocidades que realizaba llegan a parecer simplemente imposibles. Su especialidad era investigar gemelos, a lo cuales operaba sin anestesia, cosía entre sí, diseccionaba vivos. Era capaz de quemar vivos a 300 niños, de operar columnas vertebrales, de encerrar en una cámara al vació a presos para ver su comportamiento, de exponerlos a brutales exposiciones de rayos X... El barracón 14 del campo F de Birkenau, donde realizaba la mayor parte de sus experimentos, era conocido como "El Zoo".
Los alemanes comenzaron a acelerar el ritmo de la gasificación de presos en el verano de 1944, pues entonces ya se veía que la guerra se estaba poniendo difícil para ellos. Ese verano llegaron a matar a 10.000 personas al día, y los judíos de Hungría que llegaron en agosto fueron enviados en su mayoría (75%) directamente a las cámaras, desde los trenes en los que llegaban.
A finales de enero de 1945 los alemanes abandonaron el campo, intentando destruir todas las pruebas que les fue posible. El día 27 de enero los soldados del Ejercito Rojo tomaron el control del campo. Se puso fin así a la pesadilla del los que aún estaban vivos.
Según las últimas estimaciones, el mayor número de judíos eran húngaros (438.000), llegados en el verano de 1944. Les seguirían en número los judíos polacos (300.000), franceses (69.114), holandeses (60.085), griegos (55.000, de los cuales gran parte eran descendientes de los judíos sefarditas españoles), checoslovacos y moravos (46.099), eslovacos (26.661), belgas (24.906), alemanes y austriacos (23.000), yugoslavos (10.000) e italianos (7422).
Además, en Auschwitz fueron asesinados prisioneros que no eran judíos: 70.000 prisioneros políticos polacos, más de 20.000 gitanos, 10.000 prisioneros de guerra soviéticos, cientos de testigos de Jehová, decenas de homosexuales, y una larga lista de personas que fueron enviados allí por las más variopintas razones, o simplemente, sin ninguna razón.
Como hemos dicho unas líneas más atrás, Rudolf Hoess fue capturado y condenado a muerte. Su suerte la siguieron muchos oficiales. Otros se salvaron. El Dr. Mengele logró escapar. Vivió en Suiza inicialmente, y luego vivió en diversos países de Sudamérica, hasta su muerte a mediados de los años 80.
Guía práctica para visitar Auschwitz
La visita a Auschwitz es gratuita. No hay que pagar entrada por visitar Auschwitz I o Auschwitz II - Birkenau. Ambos campos se encuentran adyacentes, y forman realmente un complejo de dos cam-pos.
Se puede llegar a Auschwitz cómodamente desde Katowice o desde Cracovia. Suele ser más frecuen-te que los turistas lleguen desde Cracovia, por ser otro centro de interés turístico.
Recomendaciones generales
Visitar Auschwitz requiere una preparación previa. No se trata de visitar El Prado, ni un parque. Es un monumento al dolor.
Antes estaba prohibida la visita a menores de 13 años. Ahora, al menos nosotros, recomendamos que si visitáis el campo con un menor, le expliquéis anteriormente lo que allí se encontrará. No se trata de ocultarle cosas, sino que entienda perfectamente lo que allí ocurría.
Es evidente (aunque ciertas personas no tienen una capacidad intelectual / moral /social / emocional) que si se hacen fotografías deben de ser lo más respetuosas posibles. Auschwitz, ante todo, es un lugar de reposo más de un millón de muertos. Si no nos hacemos fotos en un cementerio delante de una lápida, tampoco debiéramos de hacerlas delante de un crematorio). Por favor, no os hagáis fotos en los crematorios, en las cámaras, en el Muro de la Muerte... Haced fotos, pero respetuosas. Una fotografía impresionante se puede hacer desde la torre de la entrada de la vía del tren, pues se puede subir a ella.
Como colofón, me gustaría recordaros que todo puede volver a suceder, todo se repite, así que penséis que hablar de Auschwitz y el holocausto es un tema manido y demasiado recurrente.
COMENTARIO FINAL
A mi regreso hacia Barcelona, casualmente cayó en mis manos un ejemplar del Dominical de El País, donde leí un artículo de Rosa Montero, hablando precisamente del holocausto judío y de la brutalidad humana, de aquellos que organizaron el holocausto, y de aquellos, que deberían de haber aprendido de los horrores vistos, pero que parece que no fue así.
Publico el artículo para vuestra reflexión.
ROSA MONTERO MANERAS DE VIVIR
El mal y el bien
Una de las informaciones más deprimentes que he leído en los últimos meses es la reseña del libro Después del Reich, crimen y castigo en la posguerra alemana, del historiador británico Giles MacDonogh (Galaxia Gutenberg), que se presentó hace un par de semanas en Barcelona. Aún no he leído la obra, pero los datos que ofrece son escalofriantes. Por primera vez después de la Segunda Guerra Mundial, alguien se ha preocupado de estudiar de manera concienzuda y rigurosa la represión ejercida por los aliados contra los alemanes. Los vencedores arrasaron, asesinaron, trituraron. Los vencidos fueron internados en campos de concentración atroces, fueron humillados, deportados y sometidos a suplicios bestiales. Por ejemplo, en Praga colgaron a los alemanes en fila de las farolas de la ciudad y los quemaron vivos, como antorchas humanas. Los aliados fusilaron en masa a niños y mujeres y torturaron a los presos de manera sistemática. Más de tres millones de alemanes murieron después de que se acabara oficialmente la guerra; dieciséis millones y medio de civiles fueron expulsados de sus hogares, y en 1946 nacieron al menos 200.000 niños frutos de violaciones. El horror, como diría Kurtz, el protagonista de El corazón de las tinieblas conradiano. El horror de la vida en su más pura representación, en su más negra sustancia.
 “Peor que las atrocidades cometidas contra los vencidos son nuestras ganas de no ver y no saber”
Y lo más desalentador es que sobre todo ello ha caído el espeso manto del silencio. Han tenido que transcurrir 65 años para que estas atrocidades hayan empezado a emerger. Para que se hayan hecho públicas. Para que existan. Nuestras sociedades democráticas, tan supuestamente transparentes en el terreno informativo, han ignorado década tras década y generación tras generación estas barbaridades. Y luego nos asombra que los alemanes del Tercer Reich alegaran que desconocían la existencia de las cámaras de gas. Eso es imposible, nos decimos aún hoy despectivamente. Pero, ya ven, es fácil cerrar los ojos ante el sufrimiento de millones. Basta con despojar a esos millones de su condición humana. Peor que las atrocidades cometidas contra los vencidos, peor que esos hombres achicharrados vivos que danzaron con espasmos agónicos en las farolas de Praga, son nuestras ganas de no ver y no saber. Me pregunto a cuántas cosas terribles les estaremos dando la espalda en estos momentos. Cuántas verdades brutales estamos prefiriendo no conocer. Esto es para mí la esencia del Mal.
De manera que el Mal existe, sí. De eso no cabe, por desgracia, la más pequeña duda. Pero también, por fortuna, existe el Bien. En la misma semana que se puso a la venta el libro de MacDonogh se publicó en España otra obra, Ahora, de Morris Gleitzman (Ed. Kailas), que cuenta la historia de Janusz Korczak, un médico polaco que fundó un orfanato en 1936 en el gueto de Varsovia. De allí salió el 5 de agosto de 1942, junto con 200 niños judíos, camino de la muerte. Iban de la mano, tranquilos, sin llorar, amparados por la poderosa presencia del doctor. Al llegar al campo de concentración, un oficial de las SS ofreció al médico la posibilidad de salvarse. Korczak se negó y entró con sus niños en las cámaras de gas.
Hay bastantes historias de heroísmo de este tipo. Historias de bondad, de entrega y sacrificio. Por ejemplo, para no abandonar el ámbito de la Segunda Guerra podemos citar el caso de la también polaca Irena Sendler, que murió en 2008 a los 98 años de edad. Irena, que era enfermera, trabajó en el gueto de Varsovia y consiguió salvar a 2.500 niños judíos, a los que sacó con papeles falsos o escondidos dentro de sacos de patatas. Detenida por la Gestapo, fue salvajemente torturada, pero no dio ni un solo nombre de sus colaboradores ni el lugar en donde los niños se escondían. La red quedó intacta y ella fue condenada a muerte, pero un soldado alemán al que la Resistencia había sobornado la ayudó a escapar cuando la llevaban a ejecutar. Irena Sendler, Janusz Korczak… Me encanta repetir sus nombres, mirar sus viejas fotografías, rendirles un pequeño homenaje en mi memoria. Su valiente generosidad mitiga el Mal. Gracias a ellos, y a tantos como ellos, muchas veces totalmente anónimos e ignorados, el mundo, pese a todo, puede ser habitable.

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